En sus comienzos, Miró alternó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes con los de comercio. Las dificultades económicas de su familia lo obligaron a abandonar la pintura, pero tras caer enfermo y retirarse a Mont-Roig retomó de nuevo su gran vocación. En 1918 presentó en la barcelonesa galería Dalmau su primera exposición individual. Años después viajó por vez primera a París, donde tuvo lugar su tan esperado encuentro con Picasso. Al año siguiente, en 1921, se celebró su primera exposición individual en la capital francesa, en la Galerie La Licorne, donde Picasso adquirió una de sus obras.
Fueron años de gran ebullición artística en los que, a través de André Breton, Paul Êluard y Louis Aragon, Miró se relacionó con el Movimiento Surrealista. Desde entonces llevó a cabo una intensa actividad artística acercándose a las distintas técnicas plásticas, desde pintura, escultura, dibujo, grabado, ilustración, cerámica hasta el diseño del vestuario y la escenografía de ballets. Tanto él como Jean Arp, aunque no compartían la decisión política tomada por Breton, continuaron participando con interés en las exposiciones surrealistas. En 1928 expuso en la Galería Bermheim de París, donde el MoMA adquirió varias obras. Comenzaba así la relación de Miró con América, determinante para la consagración de su obra y donde expondría de forma casi consecutiva en la neoyorquina galería Pierre Matisse.
En 1937 participó en el pabellón de la República española en la Exposición Internacional de París donde llevó a cabo su popular cartel Aidez l’Espagne. Años más tarde participó en la famosa exposición organizada por André Breton y Marcel Duchamp en 1947: Exposition Internationale du surréalisme, en la Galerie Maeght de París. En 1956 trasladó su residencia para establecerse definitivamente en Palma de Mallorca. Desarrolló a partir de entonces una prolífica actividad expositiva, y destacan numerosas exposiciones homenaje y retrospectivas celebradas en vida del artista, como son las presentadas en el MoMA de Nueva York (1941, 1959, 1973 y 1983), en el Musée National d’Art Moderne de París (1962), en los museos de Arte Moderno de Tokio y Kioto (1966) o en el Museo Español de Arte Contemporáneo (1978).
Desde los años treinta, Miró afianzó su fama parisina exponiendo en las principales galerías y museos, a la vez que sus obras iban integrando las mejores colecciones del mundo, como fueron las de Marie Cuttoli, Rosenberg, Vizcondesa de Noailles o Doucet, entre otras. Este reconocimiento internacional le llegó también por parte de artistas y críticos, y sus amigos poetas escribirán los mejores textos que existen sobre el artista. Pero Miró no se limitó al reconocimiento europeo, sino que trascendió las fronteras perdurando hasta la actualidad como uno de los más grandes maestros del arte del siglo XX.